Cómo mejorar la relación con los hijos adolescentes
y no morir en el intento
Todos los que somos padres hay una etapa que nos preocupa e inquieta y es cuando nuestros hijos alcanzan la adolescencia, esa edad tan complicada en la que ya no son niños pero tampoco adultos. Ellos y nosotros vivimos en un limbo que en muchos casos se puede convertir en auténtico infierno y entonces surgen las dudas de cómo mejorar la relación con los hijos adolescentes.
Mientras preparaba este post me hacía una pregunta: ¿Cuándo comienza la adolescencia? ¿Esa edad del pavo, que cuando yo era una chica jovencita comenzaba alrededor de los 15 años? Porque los tiempos cambian, todo se va precipitando y el momento en el que nuestros hijos alcanzan esa etapa también se adelanta.
Sea lo que fuere, lo que está claro es que es una etapa complicada, que salvo excepciones mucho más preocupantes, algún día termina. Y esos chicos que han ido creciendo van adquiriendo la madurez necesaria para la etapa de la edad adulta.
Aunque esos años son especiales, debemos de reconocer que la relación que mantenemos con nuestros hijos comienza desde el mismo momento en el que nacen.
No podemos pretender que si no existen valores que inculcamos desde que son niños, no hay una comunicación fluida y no ponemos nuestros límites cuando son más pequeños, mejore la relación cuando lleguen a la adolescencia.
Cómo mejorar la relación con los hijos adolescentes. Manual de supervivencia
Ahora bien, ¿qué podemos hacer para que las discusiones no se conviertan en algo común en nuestro día a día, para que no sintamos que con nosotros viven unos desconocidos, y para mejorar la relación con hijos adolescentes? Algunos de estos puntos nos pueden ayudar:
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Refuerzo positivo
Si durante la infancia es importante no lo va a ser menos durante la adolescencia. Seguro que tienen comportamientos que nos llevan a lanzarles mensajes en los que le echamos en cara todo aquello que hacen de manera incorrecta.
Pero siempre, al igual que les indicamos lo que tienen que mejorar en nuestra relación, debe aparecer ese refuerzo positivo para que nuestros hijos no sientan ni piensen que sólo sabemos decirles aquello que hacen mal o que no nos gusta. Porque esto no sólo deteriorará nuestra relación sino también su autoestima.
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Poner nuestros límites desde la asertividad
Ser un padre autoritario se ha demostrado que puede ser contraproducente, pero esto no puede llevarnos a convertirnos en el mejor amigo de nuestros hijos, o pretenderlo. Es un error pensar que esa es la clave para mejorar la relación con los hijos adolescentes.
Somos sus padres, con unas normas y unos valores, con unas consecuencias ante unos hechos, que ellos deben asumir. Hacerlo desde el respeto y el cariño nos va a ayudar más que decir esa famosa frase que tantas veces nos dijeron: “Esto se hace así porque yo lo digo, porque yo soy tu padre”.
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Mantener conversaciones con ellos
Esto supone hablar de todo tipo de temas, escucharles y expresar cómo nos sentimos. Que entiendan que cada uno tenemos nuestras preocupaciones a nuestro nivel. Que como ellos sentimos y afrontamos problemas.
No debemos desmerecer sus preocupaciones o inquietudes, porque dejarán de comunicarse con nosotros
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Dejarles sus espacios
Ellos necesitan estar tiempo en su habitación, aislados del mundo. Siempre debemos estar atentos por si está ocurriendo algo que les puede hacerles daño, pero entender que también quieren disfrutar de su soledad.
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Hacer planes con ellos
Deben sentir que queremos seguir compartiendo momentos juntos. Se pueden instaurar ciertas costumbres que ellos valoren como “este es mi momento en familia”. Algo que a ellos les guste y no se vean obligados ni forzados.
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Dejar que se equivoquen
Desde que nos dan el papel de padres, hacemos todo lo posible para salvarles de todas sus equivocaciones y errores. Están a las puertas de la edad adulta y deben aprender a decidir con ellos, dándoles los consejos que nos pidan o que creamos que son importantes, pero que sean ellos los que tomen sus propias decisiones. Sabiendo que si se equivocan estaremos allí para abrazarles.
Y por supuesto nunca olvidar, que nosotros hace un tiempo fuimos adolescentes. Eso nos llevará a empatizar mucho mejor con nuestros hijos y aprender, así, a mejorar nuestra relación con los hijos adolescentes.