Me di cuenta de muchas cosas que había estado haciendo mal dentro de la fase tan dura que estaba pasando. Fueron horas de charlas, de lloros y desahogos, de comprensión. Aprendí a hablar sin ataduras, con libertad y con mucha tranquilidad. Abandoné la vergüenza y la reserva, y me lancé como si el tiempo corriera en mi contra. Aprendí a apreciar lo bueno que tenía.